jueves, 17 de abril de 2008

II

Ah, esto de escribir sí que me resulta refrescante. Yo creo que si hubiera sido feo sí hubiera estudiado Letras, o Comunicación, o alguna de esas carreras raras. Aunque en mi profesión, cuando les da por tener “un futuro seguro” comúnmente estudian Comunicación o Administración de Empresas. En fin, ese no es el punto. El punto soy yo y mis opiniones.
Cuando me fue informado que el tema alrededor del cuál giraba este número pensé que iba a ser difícil no tomarlo de manera personal. Pero luego también pensé que ¡al carajo!, tengo muchas cosas que decir al respecto, anécdotas que contar, personas a las que destruir, etcétera. Lástima que no me dieron toda la revista.
Y es que la verdad el tema de los secretos me apasiona porque por alguna extraña razón mi personalidad no se da para guardar secretos. Siempre tengo que decir las cosas cuando alguien podría pensar que no debo. Digo, seamos sinceros: ¿a poco no la verdad es belleza? Y pues yo siempre he sido un apasionado de la belleza —tanto propia como ajena, yo no discrimino en esas cuestiones—. Por eso, después de mucho meditar, he llegado a la conclusión de que los secretos no deberían de existir en este mundo. Son como la maldad, la pobreza… o la fealdad.
Recuerdo que cuando yo era una apetitosa fruta de veintiún años, y vivía en no recuerdo cuál ciudad de Europa, nos invitaron a mí y a algunos colegas a una fiesta “privada” con “cierto” presidente de “cierto” país de “cierta” Unión Europea —ven, después de todo sí soy algo discreto—. El caso es que ahí vamos y cuál no sería mi sorpresa al darme cuenta de sus renegridas intenciones. “¡Qué!” grité en cuanto me fue propuesta la compensación monetaria, “permítame informarle, señor presidente, que eso es lo que cuestan los escorts en Milán [¡ups!], ¡y eso es trescientas menos de lo que yo cobro!” Bueno, el caso es que volví a mi departamento en Nueva York más rápido de lo que dices clic. Cómo hay gente delicada en este mundo, ¿no? Bien dicen que la verdad no peca, pero incomoda.
Por eso cuando en una entrevista me pregunta que cuáles son mis secretos de belleza siempre respondo lo mismo: no hay secretos, haces lo que puedes: unos vomitan, otros se operan, otros se matan horas en el gimnasio con extenuantes jornadas de ejercicios y así; otros, simplemente, nacemos.
Así que, estimados lectores. En este pequeño espacio de divertimento les prometo que siempre estará la verdad: léanlo.

expresionesabraxas@gmail.com

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